Se vislumbra entonces el momento, se enciende el fuego, y el fuego arde, arde, flamea.
Formando una constelación retrospectiva que va desde obras realizadas en el último año hasta trabajos anteriores, Doblar la tierra emerge de las tensiones entre una sensación de familiaridad y una extrañeza latente, para profundizar en las sutilezas de una inmediatez particular, que es también colectiva. En todo ello hay una cualidad ritualista que se hace evidente en como Arce trata el espacio, haciendo referencia a otros ritmos de vida y de trabajo. Sin embargo, es la incorporación de objetos mundanos lo que produce un sentimiento de familiaridad e introspección. Tomando citas extraídas de la historia de la literatura reciente, objetos detenidos en algún momento de su transformación material y artefactos mundanos que se reorganizan de manera constante, el artista sitúa al mismo nivel la dispersión de objetos, imágenes o semillas. Arce apunta a los espacios de encuentro entre la materia popular, las trayectorias cíclicas de la naturaleza y las estructuras de la memoria colectiva para ofrecer una dimensión que es a la vez paisaje y croma.
Colina arriba, de una en una, las luces verdes se van fundiendo.